28 abr 2012




¡Larga vida a Guardiola!

Pocas cosas hay más entrañables en el fútbol que ver a un campeón llorando, como Pep Guardiola en el césped de Abu Dhabi tras la final del mundial de clubes de 2009. 
Lloraba no tanto por desahogo emocional como por estar tocando lo absoluto, lo imposible. Había ganado seis de seis competiciones posibles. Lo había ganado todo. Y es esta una combinación, la de lo absoluto con lo imposible, con algo de lacrimógena. 
Me recuerda al efecto del truco "Triple coincidencia" de otro genio, Juan Tamariz (ver suso), que también combina ambas sensaciones. Lo mismo que Tamariz hubiera podido seguir haciendo coincidir barajas eternamente, esa temporada Guardiola hubiera podido seguir ganando títulos hasta el infinito.
Aquel día en Abu Dhabi, antes del choque, Pep había aleccionado a sus jugadores con una frase que parece sacada de Los 300 o de Brave Heart (alguien podía grabar los discursos de los entrenadores deportivos en los vestuarios): si perdéis, seguiréis siendo los mejores; pero si ganáis, seréis eternos.
Por eso hoy no ha llorado en su despedida, porque ya se sabía eterno.
¡Pep Guardiola ha muerto, larga vida a Pep Guardiola!

Juan Tamariz (Triple coincidencia)

26 abr 2012



La décima puede esperar

Que nadie se lleve a engaño. Al menos desde el hooliganismo (mesurado) desde el que se escriben estas líneas (el mismo del que hacen gala Joan Gaspart o Paulo Futre), la prioridad del Real Madrid esta temporada era cortar el ciclo del Barça: en Champions, en Liga y, a ser posible, en los enfrentamientos directos.
Con la victoria del Madrid en el Camp Nou y la eliminación del Barça por el Chelsea, todos estos objetivos estaban cumplidos.
El Madrid fue, pues, a por la décima contra el Bayern con toda la ambición y con todo el apoyo de un público enardecedor, pero no exento de inercia, después atar la liga y haber satisfecho su antibarcelonismo. 
Tal vez por ello (y por el esfuerzo liguero que el Bayern soslayó cediendo la bundesliga al Dortmund­­), el Madrid nunca dio la sensación de haberse tomado en serio a los muniqueses. ¿Habían siquiera ensayado los penaltis? Aun así falló in extremis. Pero la décima sigue ahí. No urge, en tanto que al Milán no le dé por asomarse otra vez a ella.
Que Mou salde su cuenta pendiente con el Chelsea viendo agitar la "orejona" al equipo que él formó. 
La décima puede esperar.


25 abr 2012
Real Madrid, 2 (1) - Bayern de Munich, 1 (3).

25 abr 2012



Pecio de irrealidad

Estaremos en Munich. Con estas sorprendentes palabras dichas antes del partido como quien comenta el resultado de un sorteo, el bueno de Pep Guardiola se apuñalaba a sí mismo. Porque nunca en su épica trayectoria como entrenador, frente a rival alguno, había exhibido prepotencia Pep el hiperprudente, el hiperhumilde, el hipervictimista, capaz de ponderar las virtudes del Ceuta, la Cultural Leonesa o el Hospitalet antes de golearlos sin piedad en Copa. 
Algo olía a podrido en Can Barça. Pep no era Pep; o, si se quiere, Super Pep, sino que mostraba los primeros síntomas del síndrome de Ultra Pep, un entrenador rayano en la fantasía, el Ferran Adrià del fútbol, que, de haberse desatado, hubiera jugado no con tres defensores sino con  ninguno; y no con nueve canteranos sino con once alevines de la Masía troquelados en “el modelo”. 
Tanto fue la excelencia a la utopía que ha terminado ahogada en un baño de realidad. 

24 de abril, 2012
Barça, 2 – Chelsea, 2.

22 abr 2012


Blasfemia en el Camp Nou
 
El Real Madrid ha blasfemado hoy en el Camp Nou. Ha escupido heréticamente sobre el sacrosanto césped, pluscuamperfectamente cortado para la oración blaugrana. Con su cesión intencionada de la pelota ha profanado el templo del fútbol atemporal mundial. Con su alevosa combinación de agazapamiento defensivo y contragolpe ha socavado los cimientos de la civilización futbolística y sus cosmogónicos principios de toque y posesión. Con su actitud pagana ha sembrado dudas apóstatas en el estadio uterino fundacional de la religión balompédica.

Emboscadas en su campo, las hordas blancas han hostigado a las coreografías barcelonistas provocando imprecisiones en sus celestiales cánticos. Parapetadas tras una calma tensa, la misma cuya inmanencia reclamó Cristiano tras su gol extemporáneo, su barbarie ha exasperado a la divina paciencia culé. Con sus dianas sacrílegas, los vándalos merengues han saqueado, cuando menos, una parte de los tesoros del Barça, celosamente guardados por su cancerbero.

Con este triunfo de la abjuración se inaugura la posmodernidad en el fútbol. Dios, el Barça, ha muerto. O está tocado de muerte. Y se abre ante nosotros un largo período de existencialismo futbolístico de incierta pregnancia y resolución.

Madrid, 21 abr 2012
Barça, 1- Real Madrid, 2. Classic # lost count