30 abr 2011

En estado de órdago

En el clásico 3 se ha alcanzado la cúspide de la belicosidad de esta serie a cuatro y la cima del rastrerismo resultadista culé que, necesitado a ultranza de revancha, y ante el pánico escénico a una inversión de tendencias, no cejó en interpretar sus artes más revisteriles para lograr el objetivo marcado por Cruyff ya antes de la final de Copa: retirar al madridista Pepe de la ecuación de Champions.

El partido estuvo marcado por el tuteo, esta vez, del Barça al Real Madrid: rueda de prensa previa mourinhista del entrenador blaugrana; exhibición del, para muchos (ciegos) invisible, anti-fútbol culé, nuevamente más del doble de faltas que el Madrid en proporción al tiempo de posesión de la pelota (1), superando en esto su actuación del clásico 2; y fútbol-teatro de un Pep “Boadella” cuyos joglars, con más de dos centímetros de máscara, superaron de calle el tour de force a la envillarecida inteligencia del conjunto arbitral, lo que, unido a su ya tradicional fútbol-tangana, esta vez al borde del castell, dio con los huesos de Pepe en el vestuario, más reclusión forzada para el cuarto de la serie en compañía de Ramos y Mourinho.

Por su parte, el técnico luso jugó un nuevo “rope-a-dope” al más puro estilo “rumble in the jungle”, lógico y racional por más que cierto risueñismo idealista merengue despotrique de él, coreado por cierta prensa depauperada que hincha el buche reclamando al César Florentinus la destitución de Mou, que haría la quinta del banquillo blanco en cinco temporadas, y único recurso de algunos vendepapeles para subirse la autoestima.

El planteamiento del Madrid recordó al primer clásico o a la segunda mitad del segundo, con la diferencia de que, condicionado tal vez por el riesgo de terceras tarjetas, jugó con varios puntos menos de intensidad, lo que por momentos hizo temer un manotazo. Pero finalizados con cierto alivio los primeros 45 minutos, en los que el Barça evidenció equiparable falta de ambición a la de los merengues, se inició una segunda parte en la que ambos continuaron un traqueteo contemporizador que empezaba a hacerse aburrido hasta que todo saltó por los aires con esa masiánica exhibición de sinergia teatro-tangana que marcó el resto del encuentro.

Y, en realidad, puede que no fuera en sí la expulsión de Pepe lo que decidiera el duelo. Incluso con uno menos, sin Pepe, que había estado, hay que decirlo, comedido durante todo el partido, el madridista que suscribe no se inquietó demasiado, confiado en el recuerdo del encastillamiento del Inter de Mou en las semis de Champions del año pasado.

Sin embargo, en los minutos siguientes a la calculada morcilla de un Dani Alves que debía de haber sido expulsado mucho antes, el Madrid se mostró indeciso entre replegar sus filas, como aconsejaba la inferioridad numérica, o lanzarse al ataque, indecisión fatal que propició el primer gol de un Messi libre de Pepe, su marcador y antídoto. Más aún, tras el primer gol, en lugar de decantarse por la ya única opción clara de defender sí o sí para evitar males mayores, el Madrid perseveró en sus dudas, con la ilusión tal vez del empate en similares circunstancias del primer clásico, solo que esta vez el contra-diez del Barça no iba reservarse fuerzas para el siguiente enfrentamiento. Y en esas divagaciones llegó el segundo.

La clave para entender esta actitud dubitativa la proporcionó Cristiano Ronaldo al término del encuentro, cuando confesó que la estrategia madridista pasaba por desactivar los embates blaugranas durante la mayor parte del partido para, a falta de veinte minutos, cambiar de ritmo e iniciar un sorpresivo asalto final a la portería de Valdés.

Fue precisamente en esta tesitura de inflexión en la que se produjo la expulsión de Pepe, que sorprendió al Madrid con el paso cambiado: prestas las huestes sobre la cubierta de las embarcaciones de la armada blanca, mou-arenga en la memoria, viseras bajadas y alabardas enhiestas, a la espera de iniciar el ataque inminente a la señal de un "leven anclas" (entrada de Kaká), fue entonces cuando la tempestad se abatió sobre la escuadra en la misma rada. Ante el inesperado contratiempo hubo embarcaciones que zarparon tímidamente, por inercia del plan trazado, pero dudando si retornar, mientras que otras permanecieron cautelosamente fondeadas en puerto. El desconcierto no fue caótico, pero sí suficiente para que la difícil, que no imposible, misión, terminara en debacle.

Conclusión: el Madrid afronta el cuarto clásico en estado de órdago cuando, a tenor de lo exhibido por ambos contendientes, el combate parecía abocado a la suerte del reparto postrero de cartas en el Camp Nou. Pero indignamente encaramado al proscenio, el Barça pronunció el “no hay mus” carraspeando su cinismo, justo después de un “mus visto” que únicamente dejaron de ver el árbitro y su asistente.

Así las cosas, el Barça, Goya en mano, está ya dentro mediado el último juego a falta de sendos envites a pares y juego en los que al Madrid no le queda otra que jugarse el todo por el todo y, además, ejecutarlo con frialdad, sin desesperación, para no dar pie a un último amarrako de unos culés que jugarán al duermevela, arrullando la bola a la espera de despertarla en un sobresalto de corneta de Xavi o Iniesta.

Sin Pepe, sin Mou y sin despeña-copas Ramos, la ausencia de este último en el campo debería de animar a "la orejona" a dejar de hacerse la casquivana. Eso sí, con el empuje decidido de un ánimo de revancha que el madridismo merece cobrarse.

(1) Según "Mundo Deportivo" (28-abr-11, p. 4), en el tercer clásico, el tiempo de posesión de la pelota del Barça fue 73:61 (hay, pues, error y tomaremos 73:01) y, del Real Madrid, de 26:39. A su vez, el Barça cometió 18 faltas y el Real Madrid, 22. De modo que, en relación al tiempo de posesión, el Barça cometió una falta cada 1,48 minutos de posesión del Madrid, por 3,31 minutos que dejaron transcurrir de media los madridistas para cometer falta sobre el Barça.

27 abr 2011

seguira nuestro amigo AMERIKKKO vespas los pasos del FUUUURORE?


"you can´t kill what you can´t see"
nuestro GRAN REPORTERO de los 4 asaltos clasicos me parece una persona OBJETIVA, justa, SENSATA, y poco propensa al EXTREMISMO....por lo cual DESDE AQUI DICTAMINO que seguira siendo del MADRI, unlike nuestro queridisimamente(muerto) ADOLFOFITO!
SALUD, y que hoy los dos equipos nos deleiten con otro buen partido...y que los PUTOS AMOS y MEA-COLONIAS del mundo se dediquen mas a entrenar que a DARLES EL TRABAJO HECHO A LOS LAZY-ASSES de la prensa, perenza me da!

25 abr 2011

El Barça, modelo de fútbol... y de anti-fútbol


Pepe, Ramos, Arbeloa, Carvalho, Xavi Alonso,… son los villanos para buena parte de la crítica futbolística. Encarnan el anti-fútbol o fútbol piedra. En cambio de Alves, Piqué, Busquets, Mascherano o Puyol no se dice nada. Lo suyo es fútbol-ballet. Cuando nada más lejos de la realidad. 

Cada vez que veo a este Barça jugar contra el Madrid tengo la misma sensación: el Barça, antes que nada, es una máquina de destruir fútbol. Un análisis somero de los datos de la  final de Copa me lo  confirma, al menos, en ese partido. (Aunque el 5-0 del Camp Nou me pareció una de las mayores demostraciones de anti-fútbol que haya visto nunca)

En la final de la Copa del Rey, (descontando el tiempo de juego parado) la posesión de balón del Barça fue de 53:07 minutos y, la del Real Madrid, de 23:40 minutos. Por otro lado, al Real Madrid le pitaron 26 faltas sobre el Barça; y al Barça le pitaron 24 faltas sobre el Real Madrid (1) (Fte. posesión y faltas: “Mundo Deportivo”, 21abr2011, p.4). 

Según estos datos, el Madrid hizo falta sobre el Barça cada 2,04 minutos de posesión culé; mientras que el Barça le hizo una falta al Madrid cada 0,98 minutos, es decir, cada menos de un minuto de posesión del Madrid. Conclusión: proporcionalmente al tiempo de posesión, el Barça cometió más del doble de faltas que el Real Madrid (2). Es decir, el impoluto Barça, resulta que, cada vez que su rival jugaba la pelota, no le dejaba pasar ni un minuto con ella para hacerle falta. ¿Quién no deja jugar a quién? ¿Qué equipo practica el anti-fútbol? Me parece bastante obvio. El Barça crea mucho juego ofensivo, es cierto, pero además es una máquina de destruir juego haciendo faltas. Es comprensible, y no desmerece su juego de ataque. Lo insultante es que únicamente se le adjudique el juego destructivo al Madrid o a otros equipos y no al Barça, que es uno de sus máximos exponentes. Sin ir más lejos, en mi opinión, la final de Copa la perdió cuando, por cansancio, no pudo mantener su ritmo de faltas.

(1) No entramos en si las faltas pitadas lo fueron o no, o si se dejaron faltas por pitar. Lo mismo que sobre las tarjetas, aquí tb habría mucho que hablar.
(2) Hay faltas que se cometen teniendo la posesión, pero el Real Madrid tendría que haber cometido muchas más faltas de este tipo que el Barça para que se invierta el dato. Y dado que la posesión fue más del doble para el Barça, es más probable que fuera este el que cometiera más faltas en posesión de la pelota.  

21 abr 2011

Punto y seguido

Por escalafón, la Copa es el último de los trofeos en liza (detrás de Champions y Liga), y a menudo es vilipendiada, abierta o soterradamente, con alineaciones cojas de una o varias estrellas: Pinto por Valdés, este año en el Barça; o todas las de los últimos años del Madrid. Atendiendo, pues, al premio, en el segundo de los “clásicos” el Madrid habría ganado poco más que la “pedrea”.

Sin embargo, la victoria de Mestalla, la segunda en la frente, supo a gloria (ya casi a “vieja” gloria): por el rival; por suturar la herida, comenzada a cerrar el sábado, de tres temporadas sin ganarle; y, más aún, porque el Madrid, en toda la primera parte, hizo lo que muchos dábamos por suicida, jugar al Barça de tú a tú.

El tuteo no tuvo premio, la segunda parte fue barcelonista, y pudo ganar cualquiera. Pero, incluso en esa segunda parte, el Madrid, Iker mediante, contuvo al mejor Barça, y los contraataques vikingos, letales-to-be, sólo pudieron ser abortados con faltas sistemáticas, pitadas o sin pitar, ese juego sucio que se le sobreentiende a todo equipo pero del que nunca se habla cuando se encumbra el juego culé.

Por otro lado, el Barça, autojustificado por su racha triunfal, fue víctima de su propio ombliguismo. Guardiola no varió su esquema ni en los peores momentos (la primera parte) y se mantuvo cerrilmente fiel a su planteamiento hasta rozar el fanatismo (hizo el primer cambio en el minuto 106). El iluminismo pudo influir en el resultado.

Todo lo contrario que Mourinho, que amagó en el Bernabeu, cambió de ritmo en Mestalla saliendo a por todas, lo que durante 45 minutos le granjeó el beneficio de la imprevisibilidad, y varió nuevamente de rumbo en la segunda parte defendiendo más atrás.

El segundo de los “clásicos” ha sido un punto y seguido. El punto final, más bien punto y aparte, lo pondrán en la Champions, la madre de todas las justas, 180 minutos doble ciego que confirmarán vuelta de tuerca del Madrid que atisbe cambio de ciclo, o golpe de timón del Barça que, Liga y, como mínimo, final de Champions, se mantenga como referente futbolístico, nacional y mundial.

Descartado el triplete, salvo hecatombe culé, resta para el Madrid lo más jugoso, el tuétano de lo que se dirime: la opción al premio Gordo, el sueño con la décima, la estabilidad del palo que traba el engranaje pluscuamperfecto blaugrana o, hechos los deberes, el hasta aquí hemos llegado la 2010-2011, “hasta luego, amigos”, sin olvidar el tots no tan units, el goodbye, Guardiola, bye, el silencio de los ruc (burros) o la defontanación en masa del fútbol-rococó desde la fuente de Canaletes.

Una vez más el Barça, sediento ahora de revancha, es a priori favorito. Teniendo en cuenta trayectorias, juego y últimos enfrentamientos, podría incluso reencarnarse en la amenaza fantasma merengue, y vencer por goleada. Pero en este segundo clásico, el Madrid, y Mourinho, han certificado lo pergeñado en el primero, que pueden darle la vuelta a la tortilla. Y no sólo apelando al ingrediente base de esta, sino por versatilidad estratégica y argumentos defensivos y ofensivos.

El Barça no es, pues, a falta de lo qué digan las casas de apuestas, tan favorito como antes de esta final de Copa. El Madrid, jugando a muerte, ha probado posible lo improbable. Casillas sonrió de nuevo, Cristiano remontó su mal fario y Mourinho volvió a salir de la caseta.

Visto lo visto, sigue tocándola, Pep.

(Hasta el 'Mambo #3')

PD: La Copa del Rey, aplastada por el bus del Real Madrid. ¿Rechaza Cibeles recibirla, enojada por haberle sido esquiva tanto tiempo, o conjuro waka-waka de Shakira? ¿Qué dirá la Champions de la suerte de su colega?¿Se atreverá a venir a los Madriles?

19 abr 2011

El primer “clásico” y la prensa

El principal símil de los partidos entre el Barça y el Real Madrid que vamos a presenciar podría ser el enfrentamiento pugilístico entre George Foreman y Mohamed Ali en 1974. El Barça (Foreman) es ahora mismo un equipo prácticamente imbatible (se discute, incluso, si el mejor equipo de la historia), la gran bestia negra del fútbol actual y del Real Madrid en particular. El Real Madrid (Ali, desde el punto de vista de un madridista) es, en cambio, el campeón que se encuentra un peldaño (8 puntos en liga; 5 derrotas seguidas, 2-6 y 5-0 incluidos, y varias ligas sin ganar) más abajo, que no tiene la contundencia de su rival y que, a priori, no es el favorito sino la víctima.

Y ¿qué hizo Mohamed Ali para vencer a la “bestia” Foreman? Pues forma parte de la historia del deporte: retirarse a las cuerdas a aguantar el embate de Foreman, e ir soltando golpes aquí y allá hasta que, transcurridos ocho asaltos, cuando Foreman ya empezaba a estar cansado de atacar y no tumbar a su adversario, Ali lo golpea con toda su fuerza y lo hace caer a la lona. Algo parecido, con la reserva de que la liga, salvo para ingenuos, ya tenia dueño, es lo que trató de hacer Mourinho el pasado sábado (16 de abril). Y, como madridista, esperemos que siga intentándolo así.

Y ello, por mucho que protesten los voceros deportivos de los que, generalizando, me asombra ver cómo se arrogan la potestad de interpretar qué piensa y siente un grupo tan amplio y variopinto de personas como es “el madridismo”: “el 'madridismo' quiere esto”; “el 'madridismo' quiere lo otro”; “al 'madridismo' no le gustó esto”; “al 'madridismo' lo que le gusta es lo otro”,... Hablen por ustedes; no por “el madridismo”. Madridistas los hay de todas las opiniones. Dejen ya de hablar o interpretar al madridismo.

Este madridista prefiere que, frente a un equipo que ha demostrado ser superior, Mourinho juegue a ganar y no a dar espectáculo. Con ello no hace, por otro lado, sino darle la razón a Guardiola, que dijo que el Madrid es el mejor equipo del mundo al contragolpe. Y sería estúpido no utilizar la mejor arma de uno. Esto es una obviedad para todo aquel que se plantee, en primer lugar, ganar, que es, en definitiva, de lo que se trata en una competición deportiva; si el Barça sigue jugando bien pero lo pierde todo, no tardarían en echar a Guardiola. ¿Que me gustaría ver al Madrid de Di Stéfano jugando al ataque contra este Barça? Por supuesto. ¿Que a Mohamed Ali le hubiera gustado tener diez años menos en su combate frente a Foreman? Seguro. Pero la realidad es la que es. Ali, uno de los grandes referentes de la historia del deporte, esto lo sabía muy bien. Y, como el técnico madridista, dejaba el “espectáculo” para sus comparecencias ante la prensa.

Por otro lado, ¿qué es espectáculo? La estrategia de Ali frente a Foreman fue el gran espectáculo del boxeo; la de un Real Madrid que, hipotéticamente, tumbara al Barça, ¿no lo sería?

En cualquier caso, parece que la citada obviedad no es del agrado del puritanismo deportivo (léase comentaristas detractores de que el Madrid jugara atrás y cediera la pelota al Barça), bochornosos miccionadores de colonia “Táctica” y los mismos que le hicieron el juego mediático a los dirigentes manzana podrida para echar al mejor entrenador que ha tenido el Real Madrid en los últimos cuarenta años, Fabio Capello (puede que el mayor error que ha cometido el Madrid en su historia reciente).

Un gremio, el de los gacetilleros deportivos, que ha perdido toda dignidad profesional tras el vergonzante espectáculo del viernes 15 de abril, cuando se retiraron de la rueda de prensa del Madrid por el silencio de Mou. Los periodistas (estos no lo son, si aplicamos una mínima exigencia al término) deben ceñirse a observar y relatar la realidad, y no a tratar de modificarla o protagonizarla. Y menos esgrimiendo cínicamente el derecho de los aficionados y, en especial, una vez más, de los madridistas, a escuchar a Mou, cuando su objetivo es vender papeles (radio, televisión, internet,...).

Sabido es que a este colectivo particular no se le puede pedir mucha profesionalidad como informadores, pues habitualmente en poco difieren sus comentarios, o su elevado tono de voz, cuando no su soniquete de perdonavidas, de los de los clientes de la barra de un bar o el grupo de amiguetes reunidos para ver un partido, con la ventaja, no obstante, para estos últimos, de gozar de una mayor libertad en sus opiniones. Lo peligroso es que, a este paso, algún día dejarán de retransmitir un partido del Madrid porque, por ejemplo, el entrenador no saque a Cristiano Ronaldo.

Por otra parte, para este madridista, Mourinho hizo bien en no hablar. Bastante difícil es ganar a este Barça como para andar haciendo concesiones. Incluso hubiera preferido que no hubiera hablado después del partido. Que el rival, el máximo rival, no sepa nada. Ni de qué siento, ni de qué pienso. En el campo nos volvemos a ver. A ciegas. Y si te molesta el césped por los tobillos, yo te lo pongo por las rodillas.


POSTDATA (para Di Stefano o su negro): Si acaso, Don Alfredo, cuando el Madrid iguale los duelos, será entonces el momento de plantearse estrategias más alegres, y a medio y largo plazo. Mientras tanto, al adversario, ni agua.